Sin duda, uno de los mejores hombres que ha tenido la responsabilidad de dirigir el departamento de Tránsito en la ciudad, se llama Javier Eduardo de Isla Morton: Este personaje, para algunos mal, pero para muchos bien, realizó su trabajo sin intromisiones de nadie; aplicó el reglamento a rajatabla y sin miramientos, es decir, lo hacía parejo y sin distinciones.
De la misma forma, políticos, abogados, reporteros, amigos, funcionarios, familiares y gente «bien», eran llevados a a la delegación por haber cometido una infracción y nada se les perdonaba; tenían que pagar la multa, so pena de ir a para al fresco bote.
De Javier existen muchas anécdotas, que por si no lo sabía usted, aquí se las voy a contar dos de ellas.
En una ocasión, andando con él allá por la 109 buscando esos taquitos sudados que aún se venden por ahí, llegamos a un sencillo puestecito para degustarlos. No bien nos servían cuando apareció de pronto un tipo muy conocido aquí por su historial delictivo.
¡Hey tú….si a ti te habló cabron! dirigiéndose al delegado de transito.
– Metiste al bote a un sobrino y eso no te lo perdono – le dijo al momento en que se acariciaba la parte derecha de su cintura como para que se diera cuanta que traía fusca.
La neta, yo que pensé que el asunto acabaría mal, digo, por conocer
la forma en que el recién llegado actuaba: Javier de Isla no se amilano y por el contrario, casi a grito le contestó al valentón que, por cierto, hace años descansa en el panteón.
¡A mí no me espantas hijo de la chingada….conmigo te ganchas; si lo metí es porque cometió alguna falta y si tú lo haces, también a ti te encierro¡ – así que ya lo sabes –
Creí que esa respuesta sería el acaboce y que el tipo sacaría su arma para batirse con de Isla, quien por cierto, como como jefe de la corporación también andaba armado y el molesto individuo al parecer no lo sabía.
Pues no, no fue asi….con la cola entre las patas y al ver que el jefe de Tránsito hizo un movimiento de mano hacía su cintura, el tipo decidió a dar marcha atrás y abordó su camioneta para emprender la huida no sin antes decirle al delegado, ‘tas pendiente cabrón, luego te veo».
– Pues de una vez wey, los dos traemos con qué – le contestó el funcionario sin que este le respondiera.
«..Así son estos cabrones, de frente y a la buena no le entran», dijo Javier….y para bajar el coraje, ahí mismo nos despachamos por lo menos 15 sudados cada uno con dos coconas.
El otro caso que trascendió y retumbó en todos los niveles de Gobierno, fue cuando por lo menos cuatro abogados, de esos muy conocidos que jamás pasó por su mente sufrir uno de esos agravios, pasaron la noche en una celda por órdenes del jefe Javier de Isla.
Herón, el distinguido notario que en paz descanse, los abogado Toño Aldaz, Alfredo Martinez y otro que no recuerdo su nombre, paseaban en un vehículo presuntamente bajo el influjo de las bebidas etilicas, pues acababan de salir de una fiesta.
A ellos tambien les tocó la de malas.
Los agentes viales, les marcaron el alto y luego de un estira y afloja y no llegar a un acuerdo, fueron llevados a la delegación; pensaban que por ser abogados muy conocidos y casi dueños del pueblo, los iban a dejar libres y sin pagar alguna multa.
Pues no, no fue así, el delegado se mostró duro y más porque amenazaron con hablar con el presidente Teodoro Escalón para que acudirá personalmente a liberarlos – cosa que no sucedió – y a ordenarle que lo cesara por abusivo.
– ya saben lo que tienen que hacer – les dijo De Isla a sus agentes.
A pesar de los gritos y una serie de insultos de parte de los a abogados, la ley se cumplió y los leguleyos, con todo su peso y sus dizque influencias fueron puestos en una pestilente celda para que al día siguiente se resolviera su situación. Fin.