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¡POR UN PELITO DE RANA….! ME LE ESCAPE A LA MUERTE.

por Joel Cárdenas

Lo que la gente cuenta….

…….Aquella mañana de abril de 1985, Luis estaba en la oficina de la Policía Judicial del Estado (PJE) como todos los días; su responsabilidad era mantener limpio el lugar, atender la radio frecuencia, ser el enlace entre todos los agentes policiacos, atender a los reporteros de la fuente policiaca y por supuesto, reportarle al comandante y al jefe de grupo todas las novedades diarias, como también cuidar y vigilar a alguna personas que estuviera detenida.

Ese año – lo menciono como un dato adicional – fue tan trágico que jamás la gente que lo vivió podría olvidar así como así; fue mucha la sangre que corrió en la ciudad de personajes muy conocidos que fueron asesinados a mansalva y que, como ya lo hemos dicho en otros reportajes, jamás fueron esclarecidos y por ende se mantienen en la impunidad.

Pero volviendo al meollo del asunto, en ese tiempo la comandancia de la Policía Judicial del Estado -corporación que luego cambiaria de nombre – estaba ubicada en la parte superior de lo que hoy es la clínica estética del Dr. Nabor Herrera; el comandante en aquél entonces, era el innombrable Héctor Arellano Vázquez, un individuo que venía presidido de mala fama del Estado de Guerrero, su estado natal. Con él, se vinieran una gavilla de individuos que más que gentes judiciales parecían malandros y que según la historia, tuvieron que ver mucho en aquella trágica ola de hechos delictivos que cimbraron la ciudad, solo basta recordar a uno de ellos que por el hecho de no lograr su objetivo, asesinó a mansalva al Ing. Elizondo al pie de su joyería.

Total que Luis García Rico, ‘’el picudo’’, así le decían a quien desde hace muchos años trabaja en la Comisión de Agua y Alcantarillado (Comapa), muy campante atendía una llamada telefónica; estaba totalmente relajado, muy sonriente y con los pies sobre el escritorio; ‘’si mi amor……ya sé, tengo mucho trabajo pero cuando me desocupe te llamo para ponernos de acuerdo para ir a cenar’’, le dijo Luis a su novia, precisamente la mujer que hoy es su esposa y madre de sus hijos.

Todavía no terminaba de su charla con su novia, cuando de pronto Luis vio a un tipo que sin decirle nada se acercó a su escritorio. El individuo de tenebroso aspecto, igual que como llegó, sin inmutarse siquiera abrió el cajón del escritorio dejando entrever que ya sabía lo que encontraría ahí. Su objetivo, era una pistola calibre .357 magnum revolver, de esas que solo usaba Mario Almada en sus películas.

Según contaría el picudo al comandante, ese tipo a veces llegaba a la oficina para hacerle algún mandado a los agentes, pero que no tenía permiso o autoridad para penetrar a las oficinas, menos abrir un cajón y tomar un arma de fuego.

‘’La pavorosa pero hermosa 357 magnum, era propiedad de un agente judicial que se le había dejado encargada porque como no era de cargo, temía que se la quitaran los soldados en alguna revisión; la pistola no estaba cargada pero los tiros estaban en el mismo cajón’’, les comentó Luis al grupo policiaco.

Reveló que no dijo nada porque aún tenía en la línea a su novia, sin embargo, cuando observó que mientras se paraba frente a él y le incrustaba una bala al cilindro, supo que su vida estaba en peligro. ‘’Vi en sus ojos un brillo algo extraño y en sus labios una sonrisa media diabólica, por eso supuse que su idea era matarme’’.

-¡ Mi amor…mi amor….cuelga porque esto ya valió madre !- le dijo Luis a su novia con palabras entrecortadas por lo que estaba viendo.

No supe si colgué o no pero de inmediato, al ver que el torvo individuo me apuntaba a la cabeza, reaccione de tal forma que levante la pierna izquierda y con la punta del pie alcance a desviarle un poco la pistola; gracias a Dios el tiro no llegó a su objetivo, pero no logre evitar que la bala penetrara por mi pie, lo perforara y continuara su camino hasta incrustarse en la entre pierna lado derecho a un lado de la ingle.

‘’Como yo tenía acceso a todo tipo de arma de ahí de los judiciales, traía al cinto una pistola chica…..intenté sacarla pero el dolor no lo permitió y otra vez gracias a Dios, el frustrado homicida pensó que me había matado y emprendió la huida, obviamente al ver como la sangre brotaba a borbotones’’.

Nunca supe por qué éste individuo quiso matarme; pero luego supuse dos cosas:

O traía el diablo adentro dado el rictus que le vi en su rostro, o era algún encargo de uno de los muy malos agentes que vinieron con el comandante Héctor Arellano; la verdad eran tipos de un alma tan negra como su accionar. Con uno de ellos yo tenía ciertos problemas y tal vez éste fue quien le encargo a este individuo liquidarme, lo digo porque fue muy raro y sospechoso que el tipo llegara directo donde estaba el arma con todo y sus balas. Nunca se investigó y eso confirmó mis sospechas.

Con el paso del tiempo – recordó el picudo- me encontré a quien quiso matarme. Le reclame pero nunca quiso hablar, ya luego se perdió….sabrá Dios en donde esté, evocó Luis al concluir el relato. Ahora Luis García es buen esposo, buen padre y lo mejor, excelente abuelo que trabaja todos los días en COMAPA desde hace muchos pero muchos años para continuar con su vida hasta que Dios lo permita. FIN.

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