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AL VUELO-Propósitos

por Joel Cárdenas

Por Pegaso 

¿Y los propósitos de año nuevo, apá? 

Todo mundo los tenemos. 

Luego de una pantagruélica comilona que empezó con las preposadas, luego las posadas, más adelante la Nochebuena y el Fin de Año, las llantitas como que empiezan a surgir. 

Paco Stanley decía que era el “callo de la andadera”, pero la verdad es que es una gruesa faja de manteca que se nos acumula por los abusos en la ingesta de alimentos hipercalóricos, especialmente en esta temporada. 

Pero seamos francos. Siempre decimos que iniciaremos la dieta luego del 2 de febrero, tras la tamalada del Día de la Calendaria, porque hoy por hoy, todavía nos falta la Rosca de Reyes con su chocolate de la Abuelita. 

Mientras son peras o son manzanas, nos ponemos nuestros calzones amarillos para la suerte y rojos para el amor, que esperamos, nos vengan en abundancia. 

La lista de propósitos de año nuevo siempre la encabezan la dieta y el ejercicio. 

-Ahora sí voy a ir al gimnasio. No le voy a fallar. Le bajaré a las grasas, harinas y azúcares,-decimos. 

Pero no. Conforme pasan los días y las semanas, le vamos aflojando al fierro o a los aerobics y caemos redonditos ante una bien surtida orden de taquitos de trompo, de bistec o de arrachera, o una tortota cubana, unas flautitas o una hamburguesa doble con tocino, todo eso acompañado por su chesco bien frío. 

Y la raza que le gusta celebrar los fines de semana, su caguamón con pollo asado a las brazas. 

Yo, Pegaso, quiero terminar con ese círculo vicioso. 

A partir de este momento, una vez que termine de escribir esta colaboración, juraré solemnemente que ahora sí iré al gym de mi amigo Jaime Arredondo para ponerme más mamey de lo que ya estoy. 

O de perdido que se me bajen esas llantitas que actualmente adornan mi abdomen y recuperar el 6 pack que me caracterizaba hace ya algunos ayeres. 

Otro de los propósitos de año nuevo es el ahorro. Ahora sí, decimos, voy a clavar una lanita para comprarme ese teléfono celular que me gusta, o dar un enganche para otro carrito, porque el mío ya está muy amolado. 

Pero a la hora de la hora, salen otros gastos y ya valió madre nuestro propósito. 

Pasa el tiempo y seguimos en la misma nave que humea más que el volcán Popocatépetl. 

Es típico que también queramos viajar, ir a divertirnos solos o con la familia, visitar algún paraíso turístico como Cancún, Vallarta o Acapulco. 

Yo ya me vi en Caleta y Caletilla, en la Quebrada o en el Malecón acapulqueño, porque en una visita que hizo el Presidente de la CANACO de esa ciudad, nos regaló a los picateclas que cubrimos la fuente una cortesía para pasar cuatro días y cinco noches en un hotel de mediana categoría. 

Ya le dije a mi Pegasita que si hay oportunidad, nos vamos a mojar el ombligo a las aguas del Pacífico, allá por agosto o septiembre de este año. 

Y la lista de propósitos sigue y sigue. Como todo mundo, no queremos seguir estancados haciendo el mismo trabajo. Soñamos con superarnos, con buscar nuevos derroteros y obtener una mejor remuneración con menos trabajo. Conforme pasan los años y nos hacemos más viejos, lo único que queremos de la vida es que nos trate lo mejor posible y no andar dando lástima a los hijos y nietos. 

Ya para terminar, déjenme decirles a mis dos o tres lectores que no se desanimen, que persistan en sus propósitos de año nuevo y que este 2023 sea mejor de lo que fueron el 2020, 2021 y 2022, cuando el coronavirus andaba haciendo sus travesuras. 

Y ahora los dejo con el refrán estilo Pegaso: “El individuo que pereció a la oquedad y el que posee vitalidad a la satisfacción”.  (El muerto al pozo y el vivo al gozo). 

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