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AL VUELO-Ansia

por Joel Cárdenas

Por Pegaso 

Ya llegué al sesentón. 

Cinco años más y podré sacar mi credencial del SINSEMEN, digo, del INSEN, que ahora se llama INAPAM. 

Odio que me digan: “Te ves igualito”, “Por ti no pasan los años”, porque si me dicen que me veo igual, quiere decir que siempre me ví muy jodido, y si dicen que por mí no pasan los años, lo que quieren decir es que todos se me quedan encima. 

Por eso mismo mejor opté por ir a hacer un poco de ejercicio al mejor gimnasio de Reynosa y sus alrededores: Ely Gym, que administra muy atinadamente nuestro buen amigo Jaime Arredondo Lucio, con sus dos hijos. 

La idea no es llegar a estar tan “mamao” como Jaime, sino mantenerme activo para evitar que el ansia se lleve los pocos músculos que me quedan. (Nota de la Redacción: El autor de la columna utiliza la palabra ansia en lugar de ancianidad). 

La verdad, la verdad, es que ya no me coso al primer hervor. 

O sea, que ya me parezco a los mineros: Tengo plata en los cabellos, oro en los dientes, piedras en los riñones y plomo en los pies. 

Ya estoy como aquel viejito que va a una conferencia sobre sexología. 

El conferencista, después de exponer su tesis que relaciona la edad con la frecuencia de las relaciones sexuales en la pareja, pregunta al auditorio: 

-A ver, ¿alguno de ustedes hace el amor a diario? 

Los más jóvenes levantan la mano y el especialista didce: “Muy bien. Eso demuestra el vigor que hay en la juventud”. 

Un tipo ya entrado en año levanta la mano ansiosamente y dice: “¡Yo, yo!”, pero el conferencista ni lo pela. 

-A ver-continúa- ¿quién hace el amor cada semana? 

Los de mediana edad levantan la mano, y hasta atrás, el viejito dice entusiasmado: “¡Yo, yo!”. Nuevamente, el ponente no lo toma en cuenta y dice: 

-¿Quién hace el amor cada mes? 

Unos pocos levantan la mano y nuevamente el anciano: “¡Yo, yo!”, pero tampoco le hace caso. 

-¡Mmmmhhh! A ver, ¿quién de ustedes hace el amor cada año? 

El único que levanta la mano es el viejito, quien no esconde su euforia, así que el conferencista le dice:  

-Muy bien señor, a su edad, es algo normal. Pero permítame hacerle una pregunta: ¿Por qué está tan entusiasmado? 

-¡¡Es que hoy me toca!!-respondió, y salió corriendo hacia su casa. 

Ya a esta edad uno va perdiendo algunas capacidades, como le ocurrió a un viejito que estaba hablando con un amigo sobre el envejecimiento y sus efectos. 

-La peor parte del envejecimiento se la llevan las mujeres-dijo. Pero además. Ellas se niegan a admitir que envejecen y tratan siempre de esconder sus achaques. 

El amigo le respondió: 

-Tienes mucha razón, pero hay un truco para hacerles ver sus discapacidades a través de una sencilla prueba-dijo el amigo. Así, si quieres saber si tu esposa empieza a quedarse sorda, colócate a 10 metros de ella y hazle una pregunta. Si no escuchas la respuesta, acércate a 5 metros, y si sigues sin oír lo que te contesta, acércate a dos metros y después a un metro. Entonces, no le quedará más remedio que darse cuenta que está sorda. 

Así lo hizo Don Geroncio, que así se llamaba, (Nota de la Redacción: Espero que no te demande Catón por plagiar el nombre de uno de sus personajes, Pegasiux de Petatiux), llegó a su casa y a diez metros de distancia, le dijo a su esposa: “¿Qué hay de cenar hoy?” Pero no obtuvo respuesta. 

Se acercó a 5 metros y volvió a hacer la misma pregunta. Nuevamente, no escuchó nada. Se acercó a dos metros, y luego a uno: “¿Qué hay de cenar hoy?”. Le respondió su esposa: “Por cuarta vez te lo digo: ¡Pollo con papas!” 

O sea, el que se estaba quedando sordo era él. ¡Qué zoquete! 

Termino mi colaboración con el gustado refrán estilo Pegaso: “¡Añosos los promontorios orográficos y aún conservan el verdor”.  (¡Viejos los cerros y todavía reverdecen!) 

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