¿Saben qué? Yo le doy la razón al Comandante Pañales.
Creo que estamos muy mal acostumbrados, nos vale madre todo, manejamos de la chingada y en las calles de Reynosa prevalece la ley de la selva.
¡Ahhh! Pero nada más cruzamos al puente, cambiamos completamente. Manejamos derechito, respetando los límites de velocidad, no tiramos escupitajos o basura en la vía pública, nos ponemos el cinturón de seguridad y nunca manejamos ebrios.
¿Por qué? Porque allá, en Gringolandia, si cometemos alguna infracción de tránsito las multas son de cientos y hasta miles de dólares, además de que tienes que ir a una corte y hacer un papeleo endemoniado para limpiar tu expediente.
Tal vez lo que necesitamos es mano dura.
El Comandante Pañales puede parecer un chavo de preparatoria, pero no hay que dejarse guiar por las apariencias. En realidad es duro y un tanto cuadradón.
Muchas anécdotas se van a contar en los próximos años sobre él.
Me decía un conocido político que un familiar suyo le pidió de favor que le arreglara una multa de tránsito, porque se había pasado un alto y se la dejaron caer.
El político le habló al Comandante Pañales y este le dijo como respuesta: “Pudo haber matado a alguien”.
También, durante un evento de vacunación y legalización de autos en el Auditorio Municipal, muchos, por flojera, dejaron su carro en medio del camellón, o arriba de la banqueta.
Llegaron las grúas y empezaron a llevarse los vehículos mal estacionados.
“Es mejor que alguien pague una multa, a que una madre y su hijo sean atropellados”,-comentó a los medios el funcionario que ha logrado meter en cintura a los elementos de una corporación tradicionalmente considerada corrupta.
La gente se espanta por eso.
Acostumbrada al desorden, cuando alguien viene queriendo imponer la ley, empieza el saltadero.
Yo, Pegaso, por lo pronto ya estoy manejando mucho mejor, no me paso los altos ni me estaciono en lugares prohibidos.
Mi pregunta es, ¿llegará un día en que todos los demás automovilistas tomen conciencia y hagan lo mismo que un servilleta? ¿Es la mano dura la solución que necesitamos, como si fuéramos niños que requerimos de una vara de corrección?
Frecuentemente me pregunto eso mismo. Extrapolando la situación al nivel nacional, basta decir que muchos se asustan cuando se habla de la militarización del país.
Quizá sea lo que necesitamos. Pero yo considero que debe ser algo temporal, hasta que todos tomemos conciencia de que debemos ser mejores ciudadanos, pagar nuestros impuestos, olvidarnos del valemadrismo y de chingar a los demás cuando se pueda.
En Japón, si yo olvido mi celular en la banca de un parque, lo más seguro es que si regreso en una hora o al día siguiente, ahí estará el aparato, porque allá tienen la mentalidad de que si algo no es de ellos, no deben tomarlo.
Aquí, si yo dejo en una banca de la plaza Hidalgo mi teléfono, nomás al voltearme va a desaparecer, y nadie ve nada ni ayuda en nada.
En “La República”, de Platón, se hace referencia a la forma en que cambian los sistemas de gobierno. Y así, de la Monarquía nace la Oligarquía, ya que los ricos piensan: “¿Por qué dejar que uno solo goce de todas las riquezas?” Y ¡zaz! Hacen un movimiento político para derrocar al rey.
Pero no pasará mucho tiempo sin que algunos de la clase media y baja piensen: “Bueno, ¿y por qué los ricos deben gozar de las riquezas, si nosotros somos muchos más?” Y ¡zas! Surge la Democracia.
Pero he aquí que la democracia conduce a la libertad, y ésta, al libertinaje. El Gobierno considera necesario someter al orden mediante las fuerzas armadas y ¡voilá! Viene la Tiranía, o como se dice actualmente, la Dictadura.
Entonces, si alguna vez maneja usted mal, se pasa un alto, se estaciona en lugar prohibido o tira basura en la calle, ándese con cuidado: El Comandante Pañales puede convertirse en su peor pesadilla.
Termino mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso: “Cuando la hembra de cánido es feroz, incluso a los propietarios de la vivienda agrede”. (De que la perra es brava, hasta a los de casa muerde).